JESUCRISTO. Como todo buen millennial, claramente cambio de trabajo casi tan rápido como cambio de novio. En ambos casos el momento de saltar a otra oportunidad – oficina o polla – ocurre cuando las cogidas se vuelven mentales, no físicas. Así que busqué trabajo, anexé una foto mía tamaño carta a mi CV, et voilà, ya tenía entrevista.
Después de una entrevista telefónica estilo blitzkrieg, me mandaron citar por 4 horas. Me morí por muchas razones:
La primera y más importante siendo que estaba totalmente no calificado para esa posición, sólo había aplicado para echar desmadre. La segunda siendo que las personas que iban a entrevistarme ahora eran todas top management e iba a parecer un completo idiota frente a ellos. La tercera porque mi jefa estaba loca, y no tenía ni puta idea de cómo escaparme tantas horas sin que se diera cuenta.
Valió madre todo.
Fui a la entrevista anyway porque ya estaba hasta los kiwis de trabajar en esa empresa de todas formas, así que si me corrían, de jodido me iba a pasear a Cambodia. Así se toman todas las decisiones en mi vida, pero ése no es el punto.
La primera entrevista fue súper chill, platicamos por 40 minutos sobre Canadá, cómo habíamos llegado ahí (ella era de Ucrania), y después decidió hacerme un examen que consistía básicamente en analizar todo su marketing plan. Así, de la nada. Después de eso se despidió y llegó quien potencialmente podría ser mi nueva jefa.
Weirdest interview ever.
La señora se sentó, leyó el transcript que RH le había dado de mí por 40 minutos, emitiendo pequeños sonidos, gemidos, y exclamaciones cada tanto tiempo. Luego me miró confundida y me dijo:
“Hay algo que aún no entiendo.”
Ahí fue cuando esperaba que me iba a preguntar todo lo que había investigado de la posición, la compañía, los resultados anuales, no sé, algo. En cambio me preguntó cómo me la había pasado en Sudáfrica. Le respondí, me dio las gracias y se fue.
Yo ya no podía más.
Luego fue el momento de la última entrevista que resultó ser con el tipo más guapo que he visto en toda mi vida. No sólo eso, sino que traía la ropa más apretada que yo, y eso es decir bastante. Entonces comenzó a entrevistarme y yo no podía poner atención porque me moría de hambre. OK, no había comido desde el día anterior y ya pasaban de las 16h, pero no me refería a eso. El señor traía la polo tan apretada que se le marcaban durísimo los pezones. Yo babeaba.
Al final terminó la entrevista y yo me fui completamente confundido. En mi cabeza sólo había una razón para justificar porqué la entrevista había sido tan rara: Seguro pensaban que era un idiota y servía de benchmark para los candidatos realmente calificados.
Mis dudas se disiparon 45 minutos después de que terminó la entrevista. Tenía el trabajo.
Shit that only happens to me, I swear.