Ya estoy llegando a esa edad en la que todas las citas que tengo con doctores no son para coger encontrar el amor verdadero, sino por problemas médicos, y la verdad está terriblísima la situación. En cualquier otro contexto, mi mamá diría que soy una huila estaría orgullosa con la cantidad de doctores que han visto tanto de mí últimamente. Desafortunadamente, igual que mis planes de conquistar al mundo, el convertirme en “Dr. and Ms.” no está en mi futuro. Diorsito, vuelve a barajear que las cartas que me diste están de la chingada.
Pues esta vez me tocó ir al doctor porque me salió un chingo de sangre por un lugar por donde tienen que salir muchas cosas excepto eso. Obviamente me estresé un chingo porque la última vez que salió algo de ese color fue porque andaba de atascado con un dildo sopa de betabel, pero al menos esa vez nadie me quitó lo bailado. Esta vez ni al pinche baile me invitaron. Un verdadero cuento de ultratumba, si me lo preguntan.
Entonces fui a Urgencias tres semanas después, porque acá en Québec necesitas hacer cita con anticipación para consultas urgentes – alguien por favor explíqueme este sistema mierdero porque mi entendimiento es 0% y mi encabronamiento es 100% – listo para que me humillaran.
Llegó el día de la consulta y yo me puse precioso. De que Olivier me preguntó por qué me veía tan guapo ese día y todo. Y eso que no vio que pasé tres horas rasurándome el orto porque una enfermedad no me va a impedir poner mi mejor cara. Chicos, que real hasta lo exfolié y lo perfumé porque, si los ojos son la ventana al alma, yo no sé qué pueda entrar por otros lados (bueno, sí sé), pero no puede ser malo. Uno nunca sabe, peores historias de amor me han contado.
Llegué al consultorio y me quité la ropa, según yo muy sensual. El doctor was not impressed, pero qué le voy a hacer. Me dijo que me acostara, y yo en mi cabeza cantando la de “face down, ass up, that’s the way I like to fuck” porque esa posición la conozco perfectísimo, y no es por presumir pero arqueo la espalda divino. Anyway, pues yo andaba ya bien metido en mi fantasía Sean Cody cuando él sacó su lamparita para ver las cosas en HD. You won’t believe what happened next.
El pinche doctor empieza a hacer comentarios tipo “Oh! Wow! Nice! This is great!” y demás madres, mientras me está tocando en mis zonas más erógenas vulnerables. O sea, estaba el tipo tan emocionado que neta hasta me dieron ganas de vérmelo para ver qué le atraía tanto. Yo sospecho que lo tengo hermoso porque por falta de amor yo no he sufrido y, como diría una gran pensadora del siglo XXI, “inolvidable, así me dicen mis ex-amores”. A las pruebas me remito. Real que me lo chuleó tanto que me decepcioné un poco cuando no le dio un beso.
Pues terminó la alabanza el diagnóstico, y me complace confirmar que no me voy a morir. Me preguntó si tenía problemas de tránsito y la verdad es que no. Entonces me preguntó si hacía muchos corajes, y en ese momento comprendí que mi hemorroide tenía nombre y apellido, y se llamaba Olivier. Vaya, ni Martha Higareda experimentó algo tan trágico en Amar te Duele, y eso que la mataron.
Todo esto podría haber sido más vergonzoso, pero, coño que salí de ahí empoderado. Es que les juro que esa consulta hizo más por mi autoestima que cinco años de terapia. Juro por Dior que hasta me sentía guapo y delgado. Y entonces comencé a preguntarme si no había pasado tantísimo tiempo sin aprovechar mi talento innato. Yo chingándome en la escuela por años, cuando todo este tiempo estuve sentado en una mina de oro. De que es una hemorroide o un diamante en bruto? Abro mi OnlyFans o sigo haciéndome pendejo en el 9 to 5?
Ahora sí que, como cantó Rihanna, shine bright like a diamond, motherfucker. Total, si ya lo vio Grindr el doctor, que lo vea todo el mundo.