Después de mi regreso de Japón la vida fue igual que siempre: mierdera. Tipo de que volví a la rutina, a la chinga, a rogarle a Cristo infinita paciencia para no citar a mi jefa en el Extra de la esquina y romperle su mandarina. O sea, normal. Pues después de mucho meditar, de mucho sentir que me llevaba la chingada, de no aguantar más mi vida estática, decidí comenzar a moverme. Como todo adulto joven completamente perdido y sin puta idea de qué hacer de su vida frío y calculador, puse mis opciones sobre la mesa y empecé a trabajar con base en ellas.
Primero que nada, actualicé mi LinkedIn, mi CV, mis fotos de Grindr, y cualquier otra cosa que pudiera darme entrada a otro trabajo. Por supuesto que me llamaron a varias entrevistas, a las que fui a sabiendas de que mi jefa estaba observándome con más rencor y desaprobación que cuando Cristo me vigila en medio de la masturbación. Pero equis, no? O sea, sí, me estaba saliendo del trabajo a cualquier hora, pero tipo TODO estaba bajo control. Y lo digo porque evidentemente yo era quien tenía todo bajo control, no es como que la pinche huevona de mi jefa, su amiga o anyone en la puta oficina me estuvieran ayudando. Así que… todo fino, o no? Pues no.
De que fui a Volaris a mil entrevistas y la última de ellas fue una prueba de polígrafo. Dafuq? Estaba en proceso para Volaris o para Santa Marta Acatitla? No me chinguen! Y ahí estoy yo, fabuloso, esperando a que iniciara la prueba cuando recibo la llamada del terror… y ahí supe que había valido verga. Ay, Rodrigo!
Mi jefa: Mau, en dónde estás?
Yo: Vine a hacer unos pendientes.
Mi jefa: Y a quién le pediste permiso?
Yo: A nadie?
Mi jefa: Y entonces?
Yo: Me salí porque todo estaba tranquilo y-
*Brace for impact*
Mi jefa: PUES AHORITA SÍ HAY ALGO Y NADIE MÁS PUEDE HACERLO Y TE VALE MADRE TODO Y [insertar 5 minutos de gritos más] *cuelga*
Y el que me iba a aplicar la prueba así todo consternado por la caguiza que me habían puesto y me pregunta si estaba bien y yo de, “ya valí madre”. Glorioso.
Total que me aplicó la prueba del polígrafo. Me preguntaron de todo y evidentemente respondí todo honestamente… y tal vez fue por eso que me batearon. Obvio no sin antes hacerme mear en un pinche vaso. Sus mamadas, GOEYS! Es una mamada que me hayan bateado por haber tenido una juventud llena de sexo, alcohol y drogas – regardless de que siga viviendo mi juventud en estos momentos – cuando el cabrón que me la aplicó me dio una lección ENORME y con información first hand de todas las drogas y las mil y un formas de consumirse. Pinche Volaris pitero. Lo que sí, cuando acabé la entrevista, completamente abatido, humillado y con cero posibilidades de sobrevivir al final de la tarde, le dije al güey si no quería ser mi amigo, total, ya me conocía mejor de lo que yo me conozco a mí mismo. Me mandó a chingar a mi madre. POS ME MATO.
Total que después de la caguiza telefónica de mi jefa, sentía que iba manejando hacia La Chingada – y tal vez habría sido bueno y me habría ahorrado mucho tiempo porque la puta de mi jefa me iba a mandar hacia allá mismo. Oh, sí. Iba con los esfínteres a un grito de descontrolarse. Ya llegué a la oficina, me castigó con su desprecio pero muy tranquila, lo que me hizo cagarme más. Me sentía como en esa escena de Jurassic Park cuando el T-Rex los está observando y los niños tratan de no moverse para salvarse. Tipo así. La diferencia es que si mi jefa fuera un animal prehistórico, mínimo sería un Mamut. Oh, lol. Justo cuando ya pensé que la había librado, papas, que me manda un meeting para el día siguiente. Ya valió madre.
Obviamente el día siguiente iba con tatuajes protectores contra posesiones demoniacas, ojos de venado, collar de ajos, crucifijos y con un litro de agua bendita en la vejiga, o sea, sólo por precaución. Ya me meto a la sala de juntas y veo cómo la cara de mi jefa comienza a contorsionarse lentamente, fue como ver un choque en cámara lenta. Me gritó hasta de lo que se iba a morir mi bisnieto no nato. Claramente cuando acabó (or so I thought) me dijo que me apreciaba muchísimo y que me tenía mil cariño y así y después me gritó otra hora.
Es en momentos como ése que pienso que me convenzo de tener el Síndrome de Estocolmo. Eso o la versión más mexicana y autóctona llamada “Pégame pero no me dejes”. Por eso voy a leer Fifty Shades of Grey, claramente soy masoquista. Pinche vida tan culera.
Como ya no hice nada de mi vida laboral y claramente no iba a mejorar en el futuro cercano, decidí prepararme para el GMAT. Neta que nada me había preparado para tan tremenda violación. Ay, Rodrigo!
Estudiar diario sobre ángulos, ecuaciones, velocidad, mezclas, probabiliad y su puta madre fue como regresar a la prepa. Y uno podría pensar, “Ah! Qué chingón sería sentirte como en la prepa!”, y así. Pues sí, todo habría estado muy chingón y así pero, spoiler alert: La prepa era cool porque me la pasaba pedo y drogado. Quítenle las sustancias y fue como el GMAT, pero por tres años.
Así que, en lugar de recordarme lo chido de la escuela, me recordó mi educación católica. Tipo de que cada noche cuando acababa de estudiar me hincaba frente a mi cama y oraba…
“Señor, por favor mándame un marido rico aunque no sea bello, bueno o gracioso!”