Gente bonita – oh, lol. Ya, en serio. Sobreviví a África y sólo debo decirles que no todo es tan negro como el culo de Wesley Snipes nos hizo pensar. Claro, esa última frase sólo tiene validez si se pasean por puro barrio de gente adinerada (o sea, blanca). De lo contrario, sí, hijos míos, África sí está bien pinche oscura y tenebrosa… hasta se me secó la boca! Pero no hablemos de lo que me metí o no a la boca en estos momentos que todavía es horario familiar. Mejor hablemos de mí.
Todo comenzó el año pasado cuando estaba en la feria de viajes con la idea de huir a Japón. En uno de los stands vi los programas de voluntariado en África y se me hizo bastante chingón porque siempre había querido ver de dónde provenían todos esos mocasines Fendi de piel de cocodrilo que se me ven divinos hacer algo por el planeta y así. OK, con estar bien bueno y bien guapo ya estoy haciendo suficiente, pero dudo mucho que mi esperma esté beneficiando en algo a la preservación de las especies o al esófago de mi novio. Ser bello e inútil es más difícil de lo que creen.
Después de renunciar y así decidí llevar a cabo mi plan de salvar al mundo para luego conquistarlo y apliqué a Lion Park para voluntariarme con los leones. Todo, desde dormir en una tienda de campaña, hacer en una letrina, andar limpiando caca de elefante y básicamente rodearme de puro negro representaba un gran desafío para mí. Justamente por decisiones así es que me arrepiento de haberme pasado toda la prepa en ácido.
Además, para aplicar te pedían una de cosas que me sentía como postulándome para la Presidencia. Pues qué tantos estudios y experiencia laboral necesitas para agarrar una pinche pala y limpiar la mierda de una jaula? O sea, sí estaba un poco zafado. Pero equis, todo valdría la pena con tal de amanecer en la sabana entre las cebras, los leones y las jirafas y cantar The Circle of Life todos los días al alba. Yo juraba.
Se hacían los muy mamones, pero al final soltabas la feria – porque al parecer también tenías que pagar para que te explotaran como voluntario – y te aceptaban en chinga. Una vez que confirmaron el pago y había pasado el periodo de devolución me mandaron un manual de supervivencia. Básicamente me decían que hasta los arbustos literal me podían matar.
Lo peor fue que me mandaron una carta en la que renunciaba a todos mis derechos en caso de que me pasara cualquier cosa. O sea, cómo? Tipo cuando apliqué me decían de lo maravilloso que era y ponían veinte mil fotos de muchachitos rubios, altos y hermosos cargando leoncitos y la chingada. Me queda clarísimo que escondieron las imágenes gore. Desde ese momento comencé a beber, fumar, drogarme, coger sin condón y a tomar el metro de la Ciudad de México diario, de cualquier manera ya me había hecho a la idea de que no viviría para cumplir 22 años. Sí fue bien feo.
Total que yo ya tenía el vuelo y todo cuando me entero que además necesitaba tramitar una visa para entrar. Perdón? Yo sé que México está jodido pero Sudáfrica está muy lejos de ser Mónaco. Por qué chingados querría irse un mexicano a rodearse de negros? Tipo Oaxaca queda a menos horas de distancia, o sea. Qué necesidad hay de irse de ilegal a un país más hundido en el tambo de caca que el propio? Fue un golpe emocional tras otro.
Después de mil agonías y un mini infarto con la entrega de mi pasaporte, por fin me trepé al avión y de que vi a puro negro trepado. Neta, pinche publicidad engañosa. En dónde estaba la gente rubia? Yo esperando a los modelos de Armani y en cambio todos se parecían a Samuel L. Jackson. Estaba tan cabrona la situación que incluso evité ir al baño por miedo a que me saliera una serpiente de la taza o algo.
Al final, después de no dormir nada en 24 horas, por fin llegué a Johannesburgo. No les quiero ni contar cómo me bajé del avión y luego luego a decirle “Jambo” y “Hakuna Matata” a todos. Ya sé que eso está en keniano, pero eso es lo de menos. Lo más sorprendente fue que en el aeropuerto no había ni un negro. Todos ahí eran tan altos, tan rubios y tan guapos que me juraba en Holanda o algo. En serio. En ese momento comprendí perfecto el dilema de Karen Smith en Mean Girls.
Como me sentía bien aventurero y había mucho rubio papacito en los alrededores, me motivé a salir del hotel para caminar un poco antes de recluirme en la secta de Charles Manson iniciar el voluntariado en The Lion Park. Nos subimos al tren suburbano y todo bien bonito y con las cámaras afuera y así, cuando de repente llegamos a la estación central. Verga parada de perro callejero. Nunca he ido a Tepito, pero estoy segurísimo que está un millón de veces más fresa que en donde me bajé.
En una nota relacionada: No había visto tantos KFC desde que vi Precious.
es juro que no soy racista pero… bueno, olviden esa primera línea. Es que por Dior que había puro pinche negro. Además todo estaba en algún idioma olvidado por el Señor, y ya mucho hice aprendiéndome la parte en Zulu de The Circle of Life como para andar sufriendo aún más. Jodido, jodido, jodido. Y peor aún cuando me subí al metro; yo ya andaba relajándome de todos lados que juré que ahí sí me daban para mis tunas los 90 negros que me veían raro. De terror.
Al final, decidimos – as in ‘mi novio decidió’ – regresar a pie porque el metro estaba muy culero. ERROR. De repente oí que un negro le gritó algo a otro y salieron diez mil negros de todos lados (dejando a un lado que estábamos en el pinche ghetto) y trataron de asaltarnos. Casi me cago, pero supuse que ese mojón podría convertirse en uno de ellos… Que no de ahí provienen todos ellos? GOEY, mal pedo y así.
Después de tan terrible experiencia me quedó clarísimo que:
a) Sudáfrica está plagada de negros.
b) Ver a un blanco era sinónimo de seguridad.
c) Sudáfrica era el modelo católico perfecto: donde todos los ricos son blancos y los negros, negros.
Pero saben qué? Yo sobreviví a Harlem y a Crenshaw, Sudáfrica me la pela.
Al día siguiente pasaron por nosotros para llevarnos a Auschwitz, y después de conocer a mis nuevos compañeros…
… Cómo me habría gustado meterme a la cámara de gas.