Por si ya sabían, o por si aún no lo saben, me mudé a Canadá con el propósito de estudiar un MBA porque tipo quiero estar mejor preparado y tener más retos y responsabilidades y… chingue a su madre, diré la verdad: Me vine a buscar marido.
Desafortunadamente, después de conocer a todos mis compañeritos de clase me di cuenta que claramente no iba a encontrarlo en la maestría. Es que todos:
a) están muy pinches feo
b) están saliendo con alguien
c) todas las anteriores
Claramente con ellos es la opción c).
Putísima madre. Tanto canadiense muñequito y yo me vine a topar con todos los pinches feos. Por qué me castigas así, Dior mío, por qué? Yo voy a misa después de cada pecado – porque más vale arrepentido que mal cogido, sépanlo – y sólo una vez me empedé con tu sangre y no cuenta porque me la bajé rápido con tu cuerpo. Neta, católicos como yo, pocos.
El punto es que tuve que descargar esa app terriblísima llamada Grindr y Hornet y Scruff y Blendr y Tinder y todas esas otras quesque para “conocer” gente. Y la verdad he conocido a muchos pero ninguno se me antojaba para “conocerlo” en serio. Pues ni pedo, dadas las circunstancias, lo único que tenía para mamar era la botella.
Entonces redescubrí mi verdadera pasión: el chínguere. Ay, cómo me hacía falta! Ya se me había olvidado la descarga de adrenalina que sólo experimentas cuando estás en clase en primera fila y sientes que se te sube todo a la garganta.
En una de esas noches que sólo podían terminar en malas decisiones, acabé junto con toda la generación en un bar de dudosa reputación con tubos, bailarinas dominatrix y un toro mecánico que en otra situación jamás habría montado por miedo al papiloma humano. Pero esa noche no era el caso. Estaba pedo y eso era lo más cercano a “montar” que había estado en un buen rato.
Por supuesto que me trepé y duré como 9,000 horas ahí porque… bueno, no entremos en detalles. Cuando me bajé, se me acercó un completo extraño y me dijo: Wow, you really know how to ride it, huh?
Y yo, siendo el educado y encantadorsísimo muchachito de buenas costumbres y familia católica que soy, le respondí como sólo podía responder una persona de mi altura a un comentario así: Well, man, I’m a good top… but I’m a better bottom.
No sé si el muchachito tan decente pudo haber sido mi futuro esposo, mi novio, mi amigo o mi algo. Las posibilidades eran infinitas. Lo que sí sé es que cada dos noches pretende ser todo un cowboy.