Pues de enero a julio me he chingado como cualquier indígena vendedora de chicles de semáforo de Insurgentes (o tal vez más). He soportado las caguizas de los clientes (por pendejadas suyas, no mías), me he salido de la oficina a las 2h porque mi reputísima jefa me compromete a fechas de entrega imposible y, overall, no he tenido vida desde entonces.
Pues claro, dijo la voz de la experiencia, aguanta que en junio puedes pedir un ascenso. Y con eso en mente, ahí estaba, resistiendo centímetro tras centímetro de este never-ending dildo llamado “trabajo”. Y entonces llegó ese día. Brace for impact.
Pues llego a mi evaluación, resulta que todo es muy bonito, me dicen que estoy por arriba del promedio, que estoy realizando más cosas y de mejor forma, que ahorro costos, que represento la segunda venida de Cristo, que la chingada y entonces le hago la gran pregunta: ¿Cuándo pueden ascenderme?
Fue en ese momento que la sala de juntas se volvió la Habitación del Pánico y yo la tortilla inglesa de Jodie Foster. Pues por qué no, me dice que ya estoy contemplado para el ascenso pero que desafortunadamente ahorita no hay plazas y la verga de su hermana y así, entonces que tenga tantita paciencia pero que definitivamente ya me lo gané y que no tarda.
Bueno, fue bastante disappointing, pero todo era posible aún. Es como cuando sabes que la cagas, que vas a valer madre en T-10 segundos, pero aún así guardas la ligerísima esperanza de que Rah, Buddha, Dios, Madonna y Justin Bieber te protejan. Why the fuck not sería este el caso? Porque se trataba de mí, obvio.
Pues a los tres días teníamos la reestructura anual de la empresa, en donde los casos de ejemplo del por qué las madres deben de tomar ácido fólico durante el embarazo directores deciden follarte sin lubricante cambiar equipos, estructuras y demás para hacer que la empresa funcione mejor.
Pues presentan el nuevo organigrama de la empresa y veo con terror que no solo NO me ascendieron, sino que además me degradaron. Y lo que es peor, la pinche secretaria de mierda fue promovida a Directora de Calidad. FFFUUUUU-
Pues obviamente llegué devastado con esta noticia. De que tipo berreaba en la casa y así. Entonces pues decidí irme a la chingada. La capital de La Chingada es Lima, by the way. Sí, sí, me fui de vacaciones a Perú y créanme que no es para nada como se lo imaginan: Es peor.
Sí, es peor porque los mexicanos que nos burlamos a madres de los pinches peruanos no tenemos ni puta idea de que es un país más civilizado, más limpio y mejor organizado que el nuestro. Oh, sí. La verdad duele y duele un chingo.
Lo que sí es innegable es que todas las pinches peruanas se parecen a Wendy Sulca y, si están más usadas, a La Tigresa del Oriente. Cabe mencionar que por cada peruano culero había 2 argentinos bien pinches buenos, así que sigue siendo un spot muy recomendable para coger conocer gente.
Sí, y algo de los escupitajos de las putas llamas. Bueno, eso y no entiendo porqué, a donde fuese que volteara, había pura pinche vieja sacándose la teta para alimentar a su bebé. Dios mío que me sentía en el chingado National Geographic. Estaba demasiado asqueroso eso. Nada más faltaba que se sacaran los piojos.
Pues mientras moría en los mil trayectos a las ruinas y demás, reflexioné un chingo sobre mi vida y dije, “A la mierda con todo esto, quiero ser un panda!”, o lo que más se le asemeje. Entonces comencé a revisar programas de maestrías.
Así que regresé al trabajo, mi pinche jefa (con la que supuestamente ya no iba a trabajar más porque me habían cambiado de equipo) se fue a pelear con los directores para que me regresaran con ella porque así podía seguir de huevona mientras yo le hago todo me extrañaba demasiado y sus mamadas.
Claramente estaba hasta la puta madre de la vida y empecé a buscar trabajo y que me llaman de una empresa y sufrí un Karmageddon durísimo.
Pues salgo de la entrevista con la RRHH, todo chingón, padrísimo, cutesy y así y de repente, madres. En la plena recepción de la compañía me topo con el director de mi empresa. OH SHI-
De inmediato me pregunta que qué chingados hacía ahí y yo… “Ah… vine a hacer… [insertar silencio incómodo] … cosas, bye!”. Por supuesto que a los dos minutos mi jefa ya sabía que andaba huyendo. La vida me trollea como a ninguno.
Pues decidí ir de frente y decirle la verdad, porque al menos yo no soy una mierda de persona como el promedio en esa empresa. Espero que hayan visto Harry Potter porque sino no entenderán la analogía.
Tipo de que le digo que me quiero ir y la sala de juntas pasó por los mismos efectos de los Dementors: chilly and with no hope. Y mi jefa me aplicó un Avada Kedavra y después un Cruciatus, meaning me meó en la cara y me cagó en la boca.
Pues bueno, huevos.