Ya me mentalicé para continuar con este terrible relato. La verdad ando bien pedo porque de otra forma nomás no me aviento. Cabe aclarar que así también perdí mi virginidad, oh lol. Bueno, ya, sin hacerle más a la mamada, continuemos con esta historia antes de que se me baje el pedo y me vuelva a dar miedo. Vamos!
Un día después de casi ser gangbangeado por puro negro, por fin llegué a The Lion Park. Nos recibió una persona – que dos semanas después seguía preguntándome si era tornillo o tuerca – y nos llevó hacia nuestras tiendas de campaña. Muchachos, ésta fue una de las muy escasas situaciones en los que la realidad superó a la expectativa. Yo me imaginaba una experiencia para realmente aprender a valorar lo que tiene uno en casa, tipo extrañar el colchón de plumas de ganso y el jacuzzi en el baño. Me veía viviendo como los raramuris o como los de Cuautitlán Izcalli, onda una situación realmente precaria. Pues, bueno, todo eso cambió cuando me enteré que tenían Internet en las tiendas de campaña.
Nuestras tiendas de campaña estaban en medio de la sabana, entonces literal abría la puerta – porque teníamos puerta y luz eléctrica, o sea – y veíamos a las cebras, las jirafas, los antílopes, las avestruces y a su puta madre ahí paseándose casual. Amanecer ahí fue muy romántico, muy bonito, todo parecía sacado de El Rey León… y entonces vi los diez mil montículos de mierda estratégicamente situados para que no hubiera espacio en donde pisar sin hundirte hasta la rodilla en caca. Así como todas las posibles mutilaciones causadas por la interacción con animales, eso tampoco venía en el catálogo!
Oh, sí. Ése era un tipo de mierda, porque en África tuve la gran fortuna de conocer dos tipos. El segundo tipo de mierda lo conocí cuando llegaron todas las personas con las que iba a hacer el voluntariado. Dios mío. Habría preferido pasarme todo el día con el primer tipo, se los juro. De que todos eran gringos y canadienses pero se manejaban un nivel de estupidez tan grande que… bueno, sin haber visto sus pasaportes, habría sabido perfecto que eran gringos y canadienses. Me dieron ganas de pasearme en tanga por el ghetto de un día antes, con un poquito de suerte convertían esa violación en asesinato.
Entonces éramos mi novio y yo contra una perrada de mongoloides y dos ancianos. No lo podía creer. El primer día tuvimos una cenita de bienvenida y la chingada. Todo súper fresa para estándares africanos. El pedo fue el siguiente día. Nos llevaron al nuevo parque, porque al parecer el primero lo cerrarán en octubre porque les trataban de incendiar las instalaciones cada dos martes onda terrorismo querían darle un espacio mejor a los leones y la madre. O sea, equis. Está chido, no? Eso decía yo antes de enterarme que yo iba a tener que limpiar todo eso.
No me jodan. En la puta vida había agarrado una cubeta y una escoba y ahora estos pendejos querían que me pusiera a barrer la sabana completa? Tipo el suelo era de tierra, no de pinche mármol, qué querían que hiciera? Que barriera hasta que desenterrara un dinosaurio o qué pedo? GOEY, nadie sabe la servidumbre que tiene hasta que te toca hacer su trabajo, tipo. Más terrible era el hecho de que puro negro me andaba ordenando que hiciera cosas mientras ellos se abanicaban con plumas de avestruz y la chingada. O sea, tipo el modelo católico de la Biblia me enseñó que los patrones siempre son blancos. Ya mucho tengo con ser joto para seguir yendo contra la palabra de Dios. Sin embargo prefería no armarla de pedo porque veía a cada mujer que no sabía si era negra o gorila hembra.
Entonces nos llevaron en la cajuela de una pick-up hasta el nuevo parque y puedo decirles que es lo más agonizante en lo que me he subido ever – sin contar la vez que me chingué a un negro, eso sí ya fue categoría aparte. De que íbamos todos ahí en la parte trasera aferrándonos hasta con los dientes a la vida porque el méndigo chofer conducía como Paul Walker en su último día. Y en eso la gringa más blanca, más rubia, con los ojos más verdes y un acento californiano más marcado que el de Paris Hilton se voltea toda indignada con otro pendejo y le dice:
“I’m not like you because I’m hispanic.”
Güey, espérate, qué?
Y después prosiguió a comparar el tono de su piel con el de todos los gringos y canadienses para demostrarles que efectivamente era morena. Que no mame, Blancanieves podría haber sido azteca comparada con ella. Cuando creí que la vida ya no podía violarme más, la señorita agarra indignadísima porque nadie le creía y dice, “I’m hispanic because my great great great grandfather’s best friend was latino”. Ay, Rodrigo!
Qué te hice, Dior mío, para que me odies tanto? Si hubiera querido estar con tanto autista me habría ido al estadio Azteca el 1 y 2 de diciembre, no tan pinche lejos. Y lo peor es que eso desató una polémica enorme porque había una que no se identificaba como americana porque era 4% germana. Ay, güey, creo que soy japonés porque vi un video de bukkake la otra vez.
Yo me moría. Y como si esto fuera poco, no sólo tenía que chutarme la verborrea de esta pendeja, sino que además tuve que limpiar dos pozos de agua para que los animales tuvieran agua potable y así. En teoría se escuchaba muy decente hasta que lo olí. Jesucristo Bendito, que eso olía peor que los perfumes de Paris Hilton! Y lo peor de todo es que nos dan las cubetas para sacar el agua sucia y nada más aparece un esqueleto de cebra bien casual flotando. Ya estaba tan negro de tanto pinche sol que mi única esperanza era que Angelina Jolie me adoptara.
Lo peor de todo fue que ahí venía el africanito pendejo manejando como si trajera el Batmobile con un tanque de miles de litros de agua para rellenar el pozo. Ajá, pues todo hubiera estado padrísimo si no se hubiera volteado en la pinche curva. Tanto trabajo en vano para limpiar el pozo de agua cuando igual se iban a morir de hambre por el pinche negro baboso. Juro que ya me sentía en Cámara Escondida de tanta mamada que me estaba ocurriendo en un solo día.
Por último también me tocó ir a recoger toda la mierda seca de los leones. Crucé todo el pinche charco atlántico teniendo tanta en el arenero de mi gato. Así me las gasto. Todo esto con la recompensa de que tendríamos tiempo de calidad con los leones. Cabe aclarar que los leones tenían 3 años y ya estaban más grandes que yo cuando veo porno de Bel Ami. También hace falta mencionar que un día antes un león de 3 meses me había mordido y había sangrado más que una mujer cada 28 días. Tipo de que me sentía Carrie y no había Kótex que me salvara. Por qué the fuck no uno de ellos decidió saltarme encima? Muchachos, no les quiero ni contar, pero esa vez en mi cabeza se disparó una alerta roja y en mis calzones una café.
Los demás días se pasaron leves. Tenía turnos como guía, en la entrada del parque, en la reja para el game-drive, de apoyo en el cub interaction y después en la guardería. En todos ellos hubo más dolor que alegría. Bueno, no, de hecho sí me cagué de risa por algo: Resulta que la 4% germana y yo teníamos el mismo turno pero tipo era a la hora del lunch. Entonces, muy cívicamente nos apoyábamos en lo que uno iba a ordenar, volvía y el otro se iba a hacer lo mismo mientras el primero comía. Pues ahí estábamos padrísimamente cuando aparece una puta abeja de la nada. La niña me confesó que estaba aterrada porque era alérgica y la mamada. Yo ya ni decía nada. Mi funeral emocional ya había pasado.
Entonces la niña decide pararse por servilletas y me encarga todo, no? Pues por qué no cuando regresa está a punto de tomarse su refresco y me dice, “I hope that there are no bees swimming in it”, y yo súper seguro de la vida le juré y le rejuré que para nada. La vida me iba a trollear durísimo cuando le dio un trago a su refresco, veo que se detiene dos segundos, me mira extrañamente y después dice, “I just swallowed a bee”. Verga.
Para no hacerles el cuento largo, la vieja comenzó a llorar, a gritar, a vomitar y a asfixiarse y todos sus amigos bien vale-madre. O sea tipo yo también, pero yo no era su amigo. Ya, siendo honesto sí estaba bien preocupado.
GOEIS es que tipo ya me veía preso junto al esqueleto de Nelson Mandela por una muerte que me habría alegrado un chingo pero que juro que no había planeado. Bueno, con decirles que hasta le llevaron una bombita y un defibrilador. Esta historia habría podido tener un final muy feliz, pero desafortunadamente sobrevivió.
Luego otro día fui a una granja de serpientes y tuve el placer de tener un pitote entre mis manos. Desafortunadamente era un pitón amarillo, no uno de los que me habrían gustado. Ni pedo. Ahí andaba como Britney Spears bien fresa con el animal en el cuello.
Total que la primera semana terminó sin incidentes y ya el viernes me fui de pedo con mi novio y tipo, no mamen. O sea, en un bar súper hip y mega lacio compré una Veuve Clicquot por 50 Rands – que vienen siendo 600 pesos. No mamen, esa madre no cuesta eso ni en el Duty Free. Ahí, en ese mismo momento, decidí que debía mudarme a Sudáfrica porque el pisto y la tragadera eran más baratos que una puta de Tlalpan. Cabe aclarar que esa última declaración es una suposición porque jamás he contratado prostitutas y tipo yo cobro caro. Oh, wait.
Luego el domingo tomamos un game-drive en el parque para ver cómo se alimentaban los leones de 10 años y así y ahí fue cuando me morí. Tipo de que nos empiezan a hacer el recuento de los daños, aka el número de personas que de una u otra forma han muerto en las premisas del parque. O sea, cómo? Sí era al chile eso de renunciar a mis derechos? Estaba que me cagaba de miedo. Peor aún fue enterarme que no podía pasar al baño a literal cagarme de miedo porque había una puta cobra hibernando en una de las tazas. Yo que soy tan susceptible a los accidentes, y con lo sabroso que tengo el culo, pero por supuesto que decidí no sentarme en ninguna taza hasta volver a México, no fuera a ser que a la serpiente se le antojara.
Luego otro día nos tocó ir a la reserva de elefantes. Me morí de risa tres horas porque resulta que una de las chicas que estaba con nosotros en el Lion Park había estado en esa reserva antes. La onda es que de un día para otro decidió cambiarse de programa porque se enteró que los caballitos que cuidaba con tanto cariño después eran mandados al matadero para alimentárselo a los leones que ahora cuidaba. Pues me cagué de risa. Bueno, equis, esa anécdota creo que les valdrá madre.
Entonces ahí estaba con los pinches elefantes y la verdad poco impresionante – tipo en mi oficina había más y de mayor tamaño. Lo que sí, en la oficina no eran ni la mitad de lindos o educados. Ni pedo. Pues ahí estuve sintiéndome pinche Mowgli cuando de repente veo que algo acechaba en las cercanías. No pinchen mamen, una puta avestruz en celo me andaba echando el ojo. Who wouldn’t? La neta.
Con lo único que no contaba es que la hija de la chingada nada más esperaba el momento para putearnos. Entonces la medio guía – y digo “medio guía” porque literal era la mitad de un guía, de que medía como 20 centímetros y así – nos explicó que si una avestruz nos perseguía debíamos poner un palo – de un grosor así como más gustan – y ponerlo frente a nosotros para bloquear las posibles patadas.
Ah, sí, espérame tantito, déjame busco un chingado Martí en medio de la sabana para comprar un bat o un pedo similar. Claramente sólo recogí una pinche ramita más delgada que la línea entre ser amigable y ser puta. Ya me veía yo valiendo madre.
Entre esos días tuve mi primer round con Camille, una canadiense que nada más estaba buscando a quien cagarle el palo. Bad luck, bitch, yo soy mejor que tú en eso. Estaba asignado al Lion Interaction con ella por dos horas y llegó muy amable y sumisa a decirme si no quería cambiarle el lugar a un gringo pendejo porque básicamente odiaba a mi novio y estaba atorado con él por las mismas dos horas. Pues obviamente no. Por qué pollas habría de dejar mi lugar en la zona de leones para ir a recoger tickets sólo porque un pendejo no quería convivir con mi novio? Pues claramente se puso muy insistente la mona y me dijo que lo hacía para que yo estuviera junto con mi novio en todo momento. Ni que estuviera pendejo…
Claramente no le gustó que le dijera que no quería, pero saben qué? Yolo.
Luego nos llevaron a comer carne exótica y yo ya me andaba empacando las rodilleras. Resulta que era carne de cocodrilo, de jirafa, de antílope, de cebra, de avestruz y de todo menos de negro. Qué poco románticos, carajo. Citando a Timón y a Pumba, todo estaba medio viscoso pero bien sabroso. Estuvo bueno.
Ya para la segunda semana en el campamento yo ya estaba que alucinaba. O sea, tipo estaba padre andar con los animalitos y sentirte Blancanieves y hacerle a la mamada, pero era demasiado. Tal y como ocurrió en mi retiro en el cottage en Finlandia, ya me tenía hasta la puta madre la naturaleza. De que los leones ahí cogiendo a las 02h00 y se oían los rugidos hasta el otro lado del continente. Como que no estaba padrísimo.
Además ya estaba algo cansado de lidiar con tanto pinche cliente porque la neta, o sea, qué pedo? Hay tanta gente tan babosa que en verdad no puedo ni siquiera tratar de comprenderlo. Es más, he decidido dar ejemplos de esto porque en verdad yo no puedo callar más esto:
a) Ahí me tienen sentadito recogiendo tickets cuando de repente veo a lo lejos a un grupo de pinches indios – tipo indios de la India, no indios como los que siguen ladrando del penal de Holanda – todos metidos en la jaula de unos leones. O sea, cómo? Verdaderamente pensé que, después de ver tanta caca, simplemente alucinaba, saben? No cabía en mí cómo con un letrero más grande que el culo de Jenni Rivera que específicamente prohibía la entrada sin autorización a las jaulas un grupo de pendejos se metían por su cuenta. Pues entonces tuve que ir a sacarlos porque si los leones los devoraban, seguro les daría diarrea y a mí me tocaba limpiar las jaulas esa semana. Tipo no.
Pero lo peor fue que todavía se encabronaron. Al grado de que se fueron a pasear y cuando me volvieron a ver la india se disculpó pero el otro pinche indio me empezó a cagotear. De que me dijo, “Pues si no quieren que entremos, entonces es su pinche culpa por no poner gente ahí para evitarlo”, pero así a gritos. Y entonces yo, con todo lo aprendido en Millward Brown mi voz interior me dijo, “Mau, tú eres más fuerte que todo esto. Mau, tú has tolerado cosas peores”. Desafortunadamente nunca le hago caso a mi consciencia. Seamos francos, si lo hiciera no tendría nada de qué bloggear anyway. Le dije muy tranquilamente al pendejindio ese, “O también podrían aprender a leer”.
Es que neta no se imaginan cuánta gente ha muerto en ese lugar devorada por animales. Fuera de mamada, fácil como 40. Por qué? Porque además de que la naturaleza de la situación es peligrosa en sí, la gente es francamente estúpida. Ven un pinche león de 2 metros, macho alpha y 250 kgs acercarse a ellos y lo único que se les ocurre es bajarse del coche y tratar de acariciarlos. Les juro que me indignaría más si no supiera que sus muertes nos benefician a todos; más agua, aire y recursos para nosotros.
b) Por qué no me toca Cub Interaction de nuevo y ahí voy muy sonriente a cobrarle a una negra y a sus dos monstruos. Ya la dejo pasar, me desaparezco diez segundos y cuando regreso me empieza a gritar out of nowhere que le había robado el celular y yo qué sé. Que no me joda. Tipo la negra era ella. Yo debería ser quien debería estar acusándola de robo. Tipo, a qué persona blanca y católica le robó ella ese celular que tanto decía que yo tenía? Así la pinche vieja. Entonces le dije que no mamara, que no tenía nada y que si quería podía salirse a buscarlo. Bueno, juro y perjuro diez veces que lo tenía escondido en el orto y así. Resultó que la babosa lo tenía en su bolsa.
Cabe aclarar que no mencioné más de mis compañeros de voluntariado porque se sobreentiende que todos estaban bien babosos, as in, a todas horas. Neta entre más trataba con la gente, más amaba a los leones, en especial a mi Billy. Todos los leones en la guardería eran leones que habían sido rechazados o abandonados por sus padres o, en el peor de los casos, huérfanos. Entonces mi corazoncito se inflaba un millón cada que veía a los leoncitos de tres meses ahí corriendo y armándola de pedo con sus rugidos todos pussies. Estaría de cuento si omitiésemos la parte en la que orinaban y cagaban en donde se les diera la chingada gana – encima de ellos, en su comida y peor aún, encima mío.
Después de esa experiencia les juro que ya comprendo la frase de “huelo a león”. Tipo olía igual a un perfume de Paco Rabanne, GOEY! Estaba tremenda la situación, pero bueno, después de los primeros dos días ya me valía madre. La verdad estaba súper divertido jugar con los leoncitos y andarlos chingando y así. Tanto así que me pusieron en el turno de la guardería. Ay, Cristo Rey de Monterrey. Todos mis pecados pasados, presentes y futuros los pagué ahí.
Tenía que hacerle de comer a los leones, limpiar las jaulas, alimentar a los leones y a la pinche hiena fea, lavar los trastes y encima aguantarme la caguiza de todas las negras. Para hacer la leches de los cachorros claramente no me dieron mucho entrenamiento, únicamente una hoja con todo lo que debía llevar y su bendición. Ah, pues órale, no? Ahí me tienen buscando la pinche leche en fórmula cuando encuentro un polvo blanco y supuse que de ahí era. A nada estuve de quedarme preso en África por envenenar leones.
La peor parte era que debíamos alimentar a los leones mayores y ustedes no tienen idea el miedo que eso me daba. Estaban enormes los hijos de la chingada y apenas olían comida se te aventaban. Fuera de mamada a una chava la sacaron en camilla toda ensangrentada porque se sentó a darles de comer y se le fueron encima. No culpo a los leones, cualquiera la habría confundido con un elefante o de menos con una cebra preñada. Todo le pasó por pinche gorda.
Luego prepararles la comida era un suplicio porque, los platos que debíamos usar, primero debíamos lavarlos porque estaban todos cagados. Les juro que todo lo fui a pagar ahí. Yo berreaba porque ni por mi gato que amo con toda mi alma he hecho tanto como en esos momentos. Ya cuando les serví su comida observé muy contento como se la comían y… pánico. Comenzaron a vomitar.
Esa misma apliqué. Por supuesto que al día siguiente había un cagadero LITERAL en la guardería, pero, guess what, bitches? Yo tenía el día libre. Entonces como los otros tres pendejos no hacían nada y siempre nos dejaban a mi novio y a mí limpiar, pues era momento de planear la venganza. Se supone que no tenías que hacer nada en tu día libre pero asumí que si no hacía yo la comida de nuevo, alguno de los tres huevones la haría y no limpiarían las toneladas de mierda que había por limpiar. Por lo tanto, decidí levantarme súper temprano y dejar hecha toda la comida para que forzosamente tuvieran que limpiar todo el cagadero.
Cuando vi que ya llegaban, yo padrísimamente huí de la guardería seguido por mi novio y nos fuimos a desayunar. Media hora después, Camille llega y me dice:
Camille: I don’t wanna be bossy but there’s only two people cleaning the nursery.
Mau: Well, today is our free day.
Camille: Oh? Well even so, you should be cleaning before you leave.
Mau: We’re not supposed to do anything today and we’re off in 5 minutes so no.
Y mientras tanto, mi novio…
Porque deben de saber que al señorito le encanta echarme a pelear pero si creen que me defiende tantito, ni madres. Nada más tira la piedra y luego me pone a mí de responsable.
Pues ese día fuimos a las cavernas y de muy ansiadas compras porque ya me urgía abandonar la secta de Charles Manson. En el mercadito de artesanías why the fuck not conocí a un tipo que resultó ser mi guía espiritual, pero todo eso lo pueden leer en Tumblr porque qué hueva volver a relatarlo. Estuvo bien cagado. Lo mejor de todo es que ya por fin estaba cambiando de panorama que después de ver a tanto negro, ya los veía a todos bien guapos.
El último día en el parque fuimos a Pilanesberg de safari. Francamente podría haberme ahorrado ese paseo. Veía más animales en los arbustos de mi casa que en las llanuras de Sudáfrica. Lo único cool es que vi varios rinocerontes blancos. On a second thought, no estuvo tan sorprendente porque había varios en la camioneta conmigo. Iba con pura pinche gorda usando short shorts y tops enseñando el queso cottage por todos lados. Ay, Jesús Santísimo, me sentía en Jumanji con tanto animal a un lado.
Ya por la noche fui a la jaula de los cachorros y lloré un millón al despedirme de ellos, en particular de Billy. Ustedes no saben lo bonita que estaba la pinche leoncita, aunque me meara encima. Tal vez lo de la meada fue porque yo la dejaba toda empachada de tanto darle de comer, pero no hay pedo. Neta me encariñé bien cabrón con la méndiga.
De ahí volamos a Port Elizabeth y casi lloro al ver la playa. Después de tanto tiempo viendo mierda de cebra, esa nueva vista era demasiado reconfortante. Ahí también tuve mi primera experiencia manejando del otro lado. Si de por sí manejo mal, no les quiero ni contar cómo manejaba allá. Puro pinche volantazo porque no le medía al coche.
Ahí me fui a aventar de un bungee de 220 metros. De terror. Es lo único que puedo decirles. Se me subieron los huevos a la garganta, aunque creo que eso fue más porque estuve colgado tres horas de cabeza en lo que me regresaban a la plataforma. A mi novio le dijeron que se aventara de clavado y se aventó de bombita pero bueno, eso pasa cuando no llevas a los niños al Gymboree.
Ya estoy anotando todo en chinga porque esto fue hace dos meses y claramente ya estoy en medio de otra aventura – o sea Canadá – que me urge relatarles. Disculpas a todos y así.
En Cape Town tuve el tremendísimo placer de nadar con tiburones blancos. No mamen, qué pinche miedo. De por sí yo ya estaba traumado porque había visto las tres películas de Jaws en el avión para tipo ambientarme y así. Gravísimo error. Cada que echaban más sangre al agua, yo aliviaba mi vejiga otro tanto. Sí estaba muy culero. Lo peor es que ni siquiera fue feo el nadar con los tiburones a pesar de que uno se estrelló contra la jaula durísimo y yo me imaginé quedando manco. No, no, no, lo peor fue meterse al agua que estaba más pinche fría que la cama de Ricky Martin y Rebecca de Alba.
Además anduve bien macho y me decidí a subir el Lion’s Head a patín. Tipo en todos lados había leído que era súper peligroso y que había aproximadamente 47 muertes al año y así y estaba un poco aterrado. Luego comencé a escalarlo y veía a puro anciano pasándome en putiza con sus licras y sus tennis de maratón y asumí que no podía ser nada tan terrible. 400 metros de altura después: se acabó el camino.
Tipo de que para continuar subiendo tenía que literal agarrarme de las piedras, subir la pierna más arriba de la cabeza y doblarme en 10 mil posiciones distintas. Lo bueno es que tengo mucha experiencia con esto del selfsucking yoga, entonces tampoco se me hizo tan complejo. Mi novio en cambio juró que no bajaba vivo. Pues en Sudáfrica todos los rubios estaban bien muñequitos, por mí chido si me quedaba soltero. Sin duda lo peor no fue la subida sino la bajada porque literal no había luces para iluminar el camino. Brace yourselves!
Evidentemente sobreviví, por si se lo estaban preguntando.
Otro día fuimos a la prisión de Nelson Mandela y de que todos los que no eran negros nos sacábamos la foto y nos íbamos que no había nada que ver. Por supuesto que siempre hay alguien que se sube al tren del mame, en este caso, los niggas que se detenían tres horas literal en frente de la prisión y lloraban y se juraban experimentar lo mismo que Mandela pero, bitches, please, venían del Bronx. Yo me moría un poquito.
También me salió lo buga y me fui a ver el Holanda-España a un bar. Gravísimo error. Yo apoyaba a España y poco había reflexionado sobre los orígenes holandeses de todos los machos alpha en aquel lugar. Por supuestísimo que cuando han metido gol los españoles yo gritando todo emocionado y los demás con ganas de cogerme sobre la barra del bar. Después de que noté sus intenciones e hice un análisis rápido de cara y cuerpo yo apoyaba a España con más ganas.
Finalmente llegó el momento de regresar a México en un terriblísimo vuelo trasatlántico de 17 horas más las otras 8 horas de vuelos en conexión que me rifé y escalas. Yo ya estaba que me moría. De hecho sí juré que ahí quedaba. Les voy a relatar una historia de terror de ésas que sólo me ocurren a mí porque el karma existe y no se anda con mamadas.
Resulta que ahí andaba en el vuelo eterno despertando de un sueño jodido cuando nos informan que vamos a pasar por zona de turbulencias. Normalmente ese tipo de situaciones me la pelan, pero éstas se sintieron súper ojetes. Les juro que yo iba aferrado al asiento hasta con el orto. Pero ahí no acabó la cosa. Después de que pasamos esa zona, se prenden todas las luces del avión y agarra y nos dice la azafata: Hubo una falla en el avión.
Me cagué. Se escuchó un gasp masivo en el avión porque todos pensábamos que nos había llegado la hora. Desperté a mi novio – que por cierto llevaba 12 horas dormido – y yo cagado esperando a que me llegara una epifanía en esos últimos momentos de vida. Les juro que me veía tipo Tom Hanks en Cast Away nada más que sin pinche Wilson. Neta me volvía loco.
La hija de su reputísima continúa diciéndonos que la tripulación hará todo lo posible para solucionarlo, que el piloto nos pide que mantengamos la calma y yo a nada de soltarme a berrear. Después de cinco minutos de terror, la azafata nos dice: Por cierto, la falla fue en el baño izquierdo de la cola del avión, por favor no le jalen, no hay agua.
O sea, cómo? La pinche vieja esa no pudo decir eso antes? Tipo de que todo el avión ahora estaba haciendo fila en los otros tres baños porque NOS CAGAMOS a lo pendejo. Neta que cuando por fin aterrizamos nada más andaba buscando a la culpable de aquel anuncio para romperle la madre pero me fue imposible. Todos eran negros y en mi Biblia eso es sinónimo de culpabilidad.
Y bueno, así terminaron las vacaciones en el continente africano. Muchachos, fuera de mamada, fue lo mejor que he hecho en mi puta vida. Sostener a un león en tus brazos y saber que estás haciendo algo por su supervivencia es increíble. Era algo que me moría de ganas de hacer y verdaderamente estoy muy complacido. Me hizo súper feliz y muero por hacerlo algún día de nuevo. Posiblemente entonces podré hacer algo con mayor impacto para ellos.
Salgan de su zona de comfort y recuerden que las decisiones más locas…
… son las que hacen que la vida valga la pena.