Q1 Summary

Recordar es vivir y yo quiero morir de nuevo.

Hijos míos, ustedes pensaron que yo había muerto y, francamente, yo también he contemplado esa opción como la más viable. Sigo en Montreal, pero ahora cuando no ando pedo, ando chingándole en el trabajo – more on that later. Claramente mi alma hígado la ve oscura y tenebrosa cada semana. No lo culpo.

Después de mi último update no ha pasado mucho, excepto que conmemoré un aniversario más de mi nacimiento. Cabe aclarar que yo dejé de contar a los 21 porque no me alcanzaban ya los dedos. Bueno, no, de hecho sí pasó mucho pero la verdad me bebí hasta el agua de la maceta en un intento por olvidarlo.

Después de mi cumpleaños, la cosa se puso de a peso porque llegaron los exámenes de medio término. El pedo es que claramente el resto del término eran puras pinches presentaciones de equipos, entonces estos exámenes realmente eran finales. Lo peor de todo esto es que parecía que me hubiese olvidado de todas las golpizas emocionales que sufrí el semestre pasado porque éste tampoco puse atención. Traté pero no se pudo.

OK, no traté con mucha convicción. Me fue imposible ser una persona seria y decente cuando estaba en clase con puro baboso participante del Teletón – de paciente, no de donante, tipo.

Pero saben qué? Esto es culpa de la escuela completamente. A qué mente siniestra se le podría ocurrir algo más diabólico que tomar en cuenta las participaciones en clase como parte de la calificación final? No sólo eso, sino que la participación pesaba entre 20% y 30%, dependiendo de la clase y de cuánto material tuviera el profesor – porque seamos francos: me tocaron varios profesores que amaban dejarnos hablar toda la pinche hora porque no habían preparado la clase. Tipo el Infierno sí existe y me queda clarísimo que yo me morí y me fui ahí con todo y tennis.

En una nota totalmente no relacionada: Mis tennis son Lanvin, pero poco me sorprendería que nadie supiera de lo que hablo. Tipo y así.

Es que se los juro, esa forma de calificar es como pastorear después de comer en Chipotle: Sabes que será un verdadero asco, pero desconoces la cantidad exacta de mierda que va a salir en el proceso.

OK, hasta yo acepto que ahora sí me la mamé de puerco. Pero acaso miento? No, verdad?

Y por supuesto, la vida me trollea durísimo, entonces claramente cada una de mis clases era como el Arca de Noé, nada más que en vez de animales… eeerr… bueno, sí había hartos animales, nada más que ninguno pertenecía a alguna de las especies que me preocupan proteger de la extinción. Todos eran de la misma familia de pendejos, excepto que unos eran asiáticos, otros africanos, americanos y otros, otros… Dios mío. Otros decían que eran franceses aunque su pasaporte decía Marruecos. No funciona así, bitch.

De que el pendejete exponía y se sacaba sus comentarios tipo, “es que seamos francos, los franceses tenemos mucho estilo”, y él andaba vestido con un traje verde pistache y unos lentes de sol de plástico rojo gatérrimos. Tal vez tenía mucho estilo, pero seguramente se le perdió en algún lugar del océano cuando intentaba llegar a Francia nadando.

Pero lo peor es que no sólo se vestía para matar – del asco, obvio – sino que además hacía preguntas que daban el tiro de gracia. Yo cada día me moría un poquito más con tanta babosada que salía de su boca. Yo de plano me cagaba de risa, porque por fuera río y por dentro lloro. Yo ya no podía más con esto.

Y eso es sólo del lado de mis compañeritos de clase, porque deben de saber que también hay mucha tela que cortar por parte de mis profesores. Por ejemplo la maestra que estaba a cargo de enseñarnos a ser multiculturales y respetuosos y tipo a lidiar con babosos de cualquier parte del mundo. Ella sí que era una joyita. De que su gran experiencia multicultural era haber andado de backpacker por Europa por seis meses. Yo así de, “Bitch, qué?”.

Perdón pero yo también tuve mis épocas de backpacker y lo único que aprendí fue a chupar y a beber, y, tipo, mamar sólo te puede enseñar tanto. Eso sí, te puede conseguir un marido rico, pero ése es otro cuento. Entonces claramente sus insights eran menos que grandiosos. Además, a pesar de su gran experiencia multicultural, era la mujer más racista del mundo. Creía que todos los países en Latinoamérica eran la misma vaina, le preguntaba a cualquier moreno de qué parte de India era, y se la pasaba diciendo los japoneses son callados, tímidos e inocente tienen la mirada, mientras que los americanos son unos machos alfa. Ah, pues órale, va.

Luego había otro profesor que según era el muy, muy de la facultad, pero literal su clase era leer 200 hojas y hacer una lista de pros y contras. Así cada clase. Y lo más ofensivo es que la gente decía que era una clase maravillosa y que habían aprendido un chingo. Claro, yo también aprendí un putero, pero es porque el examen literal fue aprenderme las diez mil hojas del libro de texto y regurgitarlo en ensayos. Quisiera decir que miento, pero no. Literal tuve que aprenderme el libro entero para el examen, incluyendo los autores y títulos de los capítulos porque el señor solamente te mencionaba cualquiera de los dos datos y nosotros teníamos que reescribirle el capítulo entero en el ensayo. Educación de primer mundo.

Pero la peor puta mejor clase definitivamente fue de Marketing. Se supone que era sobre comportamiento del consumidor y la madre, y, pues sí la consideraba útil porque el consumidor canadiense es diferente al mexicano y así. Tenía altísimas expectativas de este curso hasta que vi que no me iba a llevar a ningún lado. Literal nos la pasábamos viendo videos en YouTube o platicando de las noticias. Peor aún, a la maestra claramente le valía madre esto a tal grado que escogía alumnos a lo pendejo y les pedía que le explicaran a ella y al resto de la clase el término, el concepto, la teoría, o lo que fuera. Claramente entonces los alumnos empezaban a tirar bullshit a lo pendejo porque nadie tenía ni idea del significado.

Después del spring break, la señora llegó un día a clase y se cayó de la silla, casual. Muy apenada dijo que es porque había ido a Disney World y se había pegado en la cabeza. Según ella se sentía muy confundida y dispersa porque tenía una concusión. Lo primero que hice al escuchar eso fue pensar, “Ah, y hace cuánto dices que fuiste a Disney? En enero?”, porque en verdad, desde el primer día que la conocí, supe que la señora estaba más bruta que Felipe Calderón después de la quinta caguama. A mí que no me venga con que esto es de apenas.

Hablando de esta clase, no hay mejor forma de describir mi experiencia que haciendo una analogía con el Titanic. Claramente yo era un pasajero en el barco. Uno de los que claramente no lograron subirse a los botes de rescate.

Resulta ser que mi querido amigo Massimo, que es bastante inteligente pero también un huevonazo, me pidió que fuéramos equipo para el proyecto. Claramente yo estaba al corriente del primer adjetivo pero no del segundo, entonces dije que sí. De inmediato, una tipa se acercó a nosotros y nos dijo que si sólo éramos dos, que entonces con ella éramos tres y con su amigo ya estábamos los cuatro. Entonces Massimo comenzó a abrir la boca y… Nunca les ha pasado que el mundo parece ponerse en cámara lenta justo antes de que algo terrible pase? Pues yo vi toda la escena hasta desde distintos ángulos, con soundtrack de película de Alfred Hitchcock, closed-ups y la madre. Se puso ojetísimo.

Y así fue como valí madre.

Mi amigo era un huevón, la vieja era una pendeja con iniciativa, y el amigo estaba lleno de opiniones y ninguna de ellas servían. Para colmo, la maestra, además de babosa, también era bien culera calificando. Entonces la pinche clase era el Titanic, la vieja y el amigo los icebergs, la maestra el océano, y Massimo y yo éramos Rose y Jack. Y tal como en la película, la puta Rose se trepó a la tabla mientras a Jack se le helaron los huevos en el océano. Pinche vida más ojete.

Fue una temporada más negra que todo lo que le han metido a Kim Kardashian en su vida. Tan oscuras en realidad que ni el hecho de que me pidieran matrimonio logró opacar esta situación. Oh, sí, lo que me venían prometiendo desde hace años por fin pasó! De que ya me dieron el anillo y así. Hablo del anillo de Cartier, por cierto, el otro, bueno… Ése llegó más pronto. Es que yo juro que todo lo malo en esta vida me ha pasado por fácil.

En una nota muy relacionada: Siempre no estoy listo para ser integrante honorario del elenco de Desperate Housewives. O tal vez sí. Historia vergonzosa en 3… 2… 1…

Estábamos en casa de unos amigos festejando la resurrección de Cristo y bebí tanto que mi conciencia fue a parar hasta donde Jesucristo perdió los clavos. Ahí a tres cuadras del pueblito místico de La Chingada. Entonces para regresarnos a casa, yo ya estaba hasta las bolas. De que literal no veía nada. Lo único que funcionaba en esos momentos era el cerebro reptiliano en survival mode a pleno diciéndome dos cosas importantes: Comida y baño.

Bueno, yo sólo recuerdo que andaba meándome pero no me iba a ir a ningún lado si no me compraban mi BigMac primero. Porque ustedes deben de saber que la BigMac me hace milagros cuando estoy pedo. Para todo lo demás, pido siempre la McPolla. LOLWUT?

Entonces mi novio me llevó a McDonald’s y mientras él pedía, yo andaba tirando la puerta del baño porque alguien no salía de ahí y a mí me urgía. Bueno, casi lo madreo – o casi me madrean porque la verdad no lo recuerdo – al punto de que mi novio me subió al cuarto mientras él regresaba al lugar a seguir ordenando. O eso me contó al día siguiente porque yo la verdad no estaba ni enterado. Pues entonces claramente al día siguiente tuve una de esas mañanas de adrenaline rush al máximo. Onda de que tipo me desperté y en estado de pánico total empiezo a buscar mi teléfono, mi cartera y así. Cuando por fin lo encuentro, me regreso a la cama y, mientras trato de recapitular sobre mi desastrosa vida noche, me doy cuenta que un brillo muy particular me hace falta en mi dedito. Yo me morí.

Por supuesto que además de perder el anillo, también casi pierdo a mi futuro marido, porque lo desperté de un grito. De que yo en modo pánico 100%. Mi novio por supuesto que se despierta y así de, “a ver, pendejo mi amor, está en el baño porque te lo quitaste cuando estabas vomitando”. Aparentemente soy tan decente que me quité el anillo para no mancharlo. Es que elegancia como la mía, pocos.

La lección aprendida claramente no fue dejar de beber como albañil. En cambio, lo que aprendí fue a no salir con el anillo. Prefiero que me viole un extraño por parecer que estoy soltero a que me mate mi novio por haber perdido el diamante.

Afortunadamente el semestre de terror terminó y después iniciaron las preparaciones para el international study trip a Singapur. Yo no estaba ni tantito emocionado con esto porque claramente esto iba a ser como estar en la secta de Charles Manson, tipo, no escape. Y al menos en esa secta se reunían para matar a alguien, en mi caso, yo querría matar a todos los miembros. Así no se puede.

Pero eso y más lo leerán en el siguiente post porque tipo ahorita ando en la oficina y siento que mis jefes piensan que me vale madre el trabajo.

Where is the lie, though?

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